Un vagón peculiar
Todavía me acuerdo del último viaje que hice en tren desde Burgos a Pamplona. Fue hacia el 13 de septiembre de este año y regresaba de las prácticas de verano. Estaba triste por una parte pero por otra contenta, porque iba a tener una semana de vacaciones antes de volver a comenzar la universidad. El viaje en tren fue pesado, sobre todo por las maletas que llevaba. Menos mal que un chico marroquí me ayudó a subir las maletas al tren. La típica persona que conoces en el andén porque el tren lleva una hora de retraso y no sabes de qué hablar.
Pues eso, que después de una hora de retraso el Talgo llegó por fin. Por cierto, un tren ya viejísimo que lo único que tiene de bueno es la cafetería, en la que puedes tomar un mosto mientras te mareas por el movimiento del tren.
Bueno, entro al vagón y resulta que mi sitio estaba ocupado por una familia un tanto hippie. En el asiento que me correspondía y el de al lado estaban ocupados por un matrimonio y dos hijos. Una situación un tanto extraña porque había más hippies en el vagón y parecía una especie de comuna. En fin, esto fue lo de menos ya que me senté en otro que estaba libre.
Una vez sentada tranquilamente en mi nuevo asiento, pasa el revisor a comprobar los billetes y resulta que un chico no llevaba billete. Le preguntó por qué no lo llevaba y el chico le contestó: "Porque voy a Barcelona a hacer paracaidismo". El revisor puso una cara que flipaba, así que en la estación siguiente el paracaidista,literalmente, fue lanzado del tren.
La historia quedó totalmente rematada cuando en la estación de Vitoria se montó un chico que se sentó a mi lado. Todo pancho se descalza, se acomoda y se pone a comer filipinos con muchas ganas. En fin, qué historias; qué viaje.
Pues eso, que después de una hora de retraso el Talgo llegó por fin. Por cierto, un tren ya viejísimo que lo único que tiene de bueno es la cafetería, en la que puedes tomar un mosto mientras te mareas por el movimiento del tren.
Bueno, entro al vagón y resulta que mi sitio estaba ocupado por una familia un tanto hippie. En el asiento que me correspondía y el de al lado estaban ocupados por un matrimonio y dos hijos. Una situación un tanto extraña porque había más hippies en el vagón y parecía una especie de comuna. En fin, esto fue lo de menos ya que me senté en otro que estaba libre.
Una vez sentada tranquilamente en mi nuevo asiento, pasa el revisor a comprobar los billetes y resulta que un chico no llevaba billete. Le preguntó por qué no lo llevaba y el chico le contestó: "Porque voy a Barcelona a hacer paracaidismo". El revisor puso una cara que flipaba, así que en la estación siguiente el paracaidista,literalmente, fue lanzado del tren.
La historia quedó totalmente rematada cuando en la estación de Vitoria se montó un chico que se sentó a mi lado. Todo pancho se descalza, se acomoda y se pone a comer filipinos con muchas ganas. En fin, qué historias; qué viaje.
1 comentario
la milá -